Una de las ciudades más carismáticas del camino de Santiago es Logroño, no solo porque acogen muy bien a los peregrinos, también porque tienen una de las calles de pinchos más famosas: la calle Laurel.
No cabe decir que entre tanto bar de pinchos elegir uno bueno no es fácil, entre tanta oferta de restaurantes siempre hay alguno que falla. Obviamente lo ideal sería buscar algún consejo de un autoctóno, pero si eso no es posible, observar cuál es el más frecuentado es un buen indicativo también.
Primera parada: La Fontana. Pincho de all-i-oli con jamón y mini bocadillo de tortilla, pimiento y jamón. Dos clásicos para abrir boca acompañados de un tinto riojano que sin duda hace más ameno cualquier bocado de unos pinchos que no pasaran a la historia pero contrarrestarán el hambre si no se encuentra espacio en ninguno de los restaurante de los alrededores.
Mucho mejor en Juan y pinchame, donde, pese a tener poca variedad de pinchos, hace que se especialicen. En concreto recomendar el pincho de langostinos con piña. Buena combinación del langostino con la acidez de la piña pasados ambos por la plancha. Otra especialidad que no falla, otro clásico, que so camembert rebozado con almendras y acompañado de confitura de tomate. Sin duda, todo un acierto.
Una vez saciado el hambre inicial hay tiempo para probar cosas un poco más elaboradas. En Letras de Laurel encontramos muchos pinchos que entran por la vista y muchos más que se elaboran bajo demanda que harán muy difícil la elección. Aquí un ejemplo de aquellos que entran por la vista: un buenísimo pisto riojano con huevo poché y una alcachofa rebozada con jamón.
Tres restaurantes de toda una infinidad de opciones que se concentran en cuatro calles, donde el protagonismo se lo lleva la calle Laurel, pero en la que nunca hay solo una opción correcta. Se aceptan sugerencias para una próxima visita a la comunidad autónoma del vino por excelencia.